Madre,

Vienes de boca cerrada, de cuerpo temeroso, cargada de deseos de ser querida y tú misma te haces a un lado. Vienes y te esperas en el sol a que alguien te invite a pasar pero en ningún momento tocas la puerta.

Esperas que te den sin decir lo que necesitas. Esperas a que ese dios que crees sentado en el cielo, adivine lo que sientes, conozca de tus sacrificios y te compense tanto dolor autoimpuesto.

¿Quién logró que creyeras que no importas?, Madre. Y luego no entiendes que me sienta desprotegida si de tus ramas secas no se logra ninguna sombra.

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