Soy de lo peor

No he amado a Dios sobre todas las cosas, lo que es más, mi amor es completamente condicional.

Antes, en los momentos más felices me he olvidado por completo de vivirlos como sagrados. Sólo después de una larga desesperación entiendo lo extraordinarios que esos momentos son. 

Mis padres, a su modo —como cualquier ser humano—, me han dado todo cuanto han tenido. Trabajaron por mí y yo, en mi arrogancia, les he demandado la falta de atención, les he despreciado aún cuando nada de mí han tomado. 

He matado mis sueños, he hundido en el olvido mi existencia porque no es nada parecida a las que he leído en libros. He dejado en el olvido a la gente que me ha lastimado al igual que la gente a la que he menospreciado. Mi memoria es poca y sólo la mantengo con imposibles y decepciones. 

Me he mentido para mantener la historia que me cuento todos los días. He mentido a los otros en pos de la rectitud y el miedo a que sepan lo mucho que me han lastimado. He mentido como loca porque cuerda es más difícil vivir. 

He deseado lo que no tengo porque me parece una injusticia no tener aún cuando he seguido al pie de la letra todos los mandamientos. 

He castrado mis emociones porque no son de fiar. Apestan, me estorban, me hacen imposible lograr esta mediocre ambición, tan lánguida y tan enferma, como embrión sin alimentación. 

Soy de lo peor. 

Soy un vacío extendido en el tiempo que nunca llegará a ser por estar persiguiendo las olas del mar de la ilusión   

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