Debajo de un túnel

Camino lento. Hoy es uno de esos días que les dicen soleados no porque esté ahí el sol, sin nubes que lo cubran, sino porque da la luz justa y calienta igualmente lo justo. Uno puede caminar a paso lento sin asolearse, y en la lentitud uno puede mirar lo que está ahí, al paso.

Camino en soledad, a boca cerrada, con un montón de frases que se rompen dentro mío porque no las dejo salir. Un paso, respiro, otro paso, miro al cielo, dos pasos más, imagino un verso a propósito de dos pajaritos que se alternan para molestarse.

Cuando uno camina así nada más, no tarda en aparecer algo que interrumpe el ritmo. Una nube que recuerda la penumbra de dentro, una oleada de aire frío que te avisa de tu fragilidad, alguna persona que con su presencia marca todas las ausencias, un túnel marcando el final al que inevitablemente habrás de llegar. Y ahí vas. Un paso de lleno en el pasto y otro apenas tocando el pavimento.

Camino depacio en este día de conjunciones bienaventuradas. 

El túnel que aparece al frente es corto. No me da miedo dejar el sol. En los primeros segundos dentro de él figuras extrañas aparecen: la alpargata de un gigante, las galletas que marcan el camino de regreso y panfletos que ofrecen recompensa a quien pueda dar fe del mundo de allá afuera donde todo está bien y no hay nada que temer.

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