Carta a Dora

Mi querida Dora,

Disculpa que no te haya escrito hasta ahora, pero el paisaje no me ha dejado despegar mi ojos para volverlos a la hoja que ahora debes tener entre tus manos.

Tenías razón sobre este lugar, es maravilloso. Pero ahora no quiero hablarte de dónde estoy sino de lo que escuché mientras me tomaba un café en una calle cuyo nombre no recuerdo pero que seguramente sabré llegar cuando vuelva contigo.

Pues verás, estaba un señor no muy grande de edad (más bien diría que joven) sosteniendo con la mano sus lentes de botella al tiempo que hablaba, según pude escuchar, de Santo Tomás. Olvida si es cierto o no que era Santo Tomás, sólo dime qué piensas de esto:

Si me preguntas que es el tiempo no lo sé, si no me lo preguntas si lo sé.
En realidad sólo existe el presente, pero como es obra de Dios es tripartita; está el presente de ahora, cuando recuerdas el pasado lo recuerdas en el presente y el único lugar donde puedo imaginar el futuro es en el presente.
Cuando leo la palabra de Dios invoco a Cristo en este momento y el tiempo que dura la lectura de sus palabras es el mismo tiempo que tomó a Cristo decirlas...


¿No te parece bellísimo?


Un beso.

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