El Desayuno

Cada mañana me despierto sólo con una pregunta: ¿qué voy a desayunar el día de hoy? Y me quedo acostada mirando cómo da vueltas el ventilador, repasando lo que desayuné la semana pasada. No me gusta repetir.

Empiezo por hacer una evaluación del humor con el que me desperté, para saber si lo quiero conservar y luego me imagino el desayuno, para ver si encaja bien.

Y empiezo a darme opciones… puede ser té frío y duraznos en almíbar enfatizando con una musiquita fresca como esas en la que aparece el cantante con el viento moviéndole el cabello y la sonrisa de menta.

Otra opción sería tarta de manzana con canela y té de manzanilla que se habrá de disfrutar en el balcón para que la gente me mire mientras recojo mi cabello al azar con una pinza y dejo mechones colgando para jugar con ellos.

Pero qué tal unos hot-cakes con miel de maple en honor a las hojitas doradas que se caen mientras sopla el viento, la compañía perfecta para un café con leche cuando los días ya van enfriando.

Y para aquellas ocasiones en que se requiere de más calorcito, un cafecito con panqué de arándanos puesto un minuto en el horno disfrutándolo en camita mientras leo las últimas noticias que comentaré más tarde a Dora en lo que ponemos a punto la librería y despacho el primer café.

Una vez decidida, camino descalza a la cocina, me asomo por la ventana cerciorándome de que el clima no me contradiga y oficialmente inicio el día.

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